“Un estudiante al que se le enseña a definir el adjetivo “afrutado”, en lugar de a disfrutarlo, está construyendo una palabra gris. Una palabra gris, monocolor, carente de cromatismo, de matices sensoriales, perceptivos, afectivos, y emocionales, que mutila parcialmente su capacidad de conocimiento. Sin esos matices, es un sonido vacío. Esas “tonalidades”, son las que deberían conformar el criterio de aprendizaje de las palabras que usamos ¿Por qué?…” ANDRÉS CALERO (Maestro, filólogo y psicólogo).
Extracto del artículo
“El lenguaje interior y el color de las palabras”que el profesor
Andrés Calero ha elaborado especialmente para ser publicado en
su blog y mecerlo simultáneamente en el trapecio de tinta.
Autor de artículos sobre enseñanza de la lectoescritura, Andrés Calero ha formulado aportaciones teórico-prácticas sobre la enseñanza-aprendizaje de estrategias de comprensión lectora desde la perspectiva metacognitiva, con alumnado de Educación Primaria y Secundaria Obligatoria.
Fue un lujo subir a la barra del trapecio su
“aventura de leer y de desvelar enigmas” y hoy nos sentimos felices de volverle a tener de nuevo entre nosotros con una
nueva pirueta sobre lenguaje y pensamiento.
No dejéis de leer esta reflexión sobre el color del lenguaje que hoy nos propone. Nos gustaría colorear juntos una reflexión, ¿nos ayudáis?¡Esperamos vuestros comentarios en ambos blogs!
EL LENGUAJE INTERIOR Y EL COLOR DE LAS PALABRAS, por Andrés Calero
Esta entrada que ahora comienzas a leer, se publica en dos blogs simultáneamente: En éste, y en el valiente
blog del profesor Andrés Calero.
En ocasiones el profesor Calero decide subir al trapecio de tinta para mecer algunas de sus reflexiones, en un ejercicio de equilibrio con pirueta incluida que desde aquí aplaudimos. Sabemos que no es fácil saltar a la red para hacer malabares con el pensamiento y el lenguaje, por eso disfrutamos con su valentía de enfoque y con su invitación constante a la reflexión.
Os dejamos con sus palabras:
En consecuencia, y de acuerdo con el título de la entrada, te invito a un balanceo reflexivo que busque, desde una perspectiva en movimiento, la
relación de causalidad entre el lenguaje interior del niño, una herramienta básica para su desarrollo cognitivo, y el efecto arco iris que, en particular, el uso de dicha herramienta genera en su capacidad lingüística.
Una primera sensación de sacudida, vacilación e inestabilidad producida por el primer balanceo, es lo que se puede sentir al comprobar que un alto porcentaje de las palabras que el niño
re-produce como consecuencia del aprendizaje escolar y familiar son
palabras grises. ¿Qué son palabras grises?
Aquellas que re-petimos, o re-producimos, sin haberlas re-construido, re-creado, o cultivado interiormente a través de la activación de las conexiones neuronales propias de los surcos de nuestro hemisferio izquierdo. Así, cuando un estudiante
re-pite, memoriza o ladra las palabras que otros han sembrado y labrado, produce palabra grises. Un estudiante al que se le enseña a definir el adjetivo “afrutado”, en lugar de a disfrutarlo, está construyendo una palabra gris. Una palabra gris, monocolor, carente de cromatismo, de matices sensoriales, perceptivos, afectivos, y emocionales, que mutila parcialmente su capacidad de conocimiento. Sin esos matices, es un sonido vacío. Esas “tonalidades”, son las que deberían conformar el criterio de aprendizaje de las palabras que usamos ¿Por qué?
Veamos. Un segundo balanceo viene a estabilizar el recorrido del trapecio y a abrir canales sensoriales y de conocimiento, al avistar el proceso sobre
cómo se construyen palabras plenas de coloración y matices. Fue
Vygotsky, un psicólogo ruso del siglo pasado preocupado por la génesis del
pensamiento verbal, quien dijo que el pensamiento
no se manifiesta simplemente en palabras, sino que existe a través de ellas. Para él,
pensamiento y habla son dos líneas del desarrollo intelectual que inicialmente suelen caminar separadas en el niño, hasta que aproximadamente hacia los dos años de edad se entrecruzan, para dar comienzo a una nueva forma de comportamiento y conocimiento humano, por los que
el pensamiento se hace verbal, y la palabra pensamiento.
¡Ésa es la barrera, el rubicón del desarrollo humano e intelectual que los niños suelen atravesar, para comenzar a construir “sentido y sensibilidad” hacia las palabras! ¡Es en ese momento cuando ellos
son capaces de edificar cromatismo y matices de conocimiento en las palabras que utilizan! Esencialmente, porque
unidas a su significado y a medida que las van dominando, acostumbran a percibir que las palabras pululan por su mente con tonalidades fonéticas, semánticas, sensoriales, o afectivas distintas en el intercambio con los demás. Surgen, se recrean y se cultivan en el contexto personal de su
lenguaje interior (ese lenguaje que Machado ejercitaba). De ese modo, el pensamiento nace a través de las palabras, y las palabras generan pensamiento. Pero la palabra sin pensamiento es una cosa muerta, gris. Del mismo modo, un pensamiento desprovisto de palabras “coloreadas” dilata la sombra oscura de la historia intelectual gris del ser humano. Es a partir de ahí, cuando
lenguaje y pensamiento van de la mano,
y el primero se convierte en una de las herramientas más importantes y trascendentales de su desarrollo cognitivo, intelectual y creativo.
Como producto de la relación pensamiento/habla, cada niño siembra y labra en dicha relación su modo personal de
pintar, de delimitar y de comprender la realidad externa e interna que atesora. En condiciones normales, esa cosecha
se desarrolla a lo largo de una curva que se eleva, y no a lo largo de una que declina, estando
sujeta a evolución, no a involución; y disociándose solamente por mor de la naturaleza absurda de algunos procedimientos de enseñanza/aprendizaje.
En definitiva, el
lenguaje interior supone una tarea cognitiva para uno mismo que se nutre igualmente del intercambio social, que a la vez es una importante fuente del desarrollo intelectual, que
sirve para que el niño aprenda a regular y canalizar su orientación mental y la comprensión de la realidad que le rodea; contribuyendo además
, en gran medida, a la superación de barreras emocionales e intelectuales,
aportando ycreando para ello la tonalidad y el significado de las palabras que recrea.
Una parada en el trapecio, para plantear una cuestión y concluir en esta entrada con un decálogo en negativo de 10 conductas a evitar en el hogar y la escuela, para que los niños profundicen en el desarrollo de esa relación lenguaje interior/pensamiento:
¿Cuándo no cultivamos ese lenguaje interior que llena de cromatismo y colorido semántico y personal las palabras orales y escritas?
- Cuando hacemos callar al niño por sus frecuentes preguntas sobre la realidad que le rodea.
- Cuando el aprendizaje de la lectura se convierte en una actividad rutinaria de decodificación de sonidos.
- Cuando se transmite al niño la idea de que leer es leer deprisa y sin errores.
- Cuando le enseñamos a definir un adjetivo de un texto, y no a vivirlo, a sentirlo, o a deleitarse con el cromatismo de las sensaciones que genera.
- Cuando el único instrumento para representarse el significado de palabras desconocidas es el diccionario.
- Cuando no transmitimos al lector que el propio texto contiene pistas semánticas que aportan significado a muchas de las palabras desconocidas que contiene.
- Cuando no enseñamos al niño estrategias de lectura para aprender a comprender el texto escrito.
- Cuando anestesiamos la capacidad del lector para autocuestionarse sobre lo que lee, y las preguntas que se le plantean son las de las editoriales que escriben los textos, o las del profesor.
- Cuando no enseñamos al lector a “visualizar”, con todo su cromatismo, el contenido de muchas de las palabras o frases que los textos contienen.
- En resumen, cuando no le transferimos la capacidad de autorregular los procesos de pensamiento asociados a la comprensión de textos.
Andrés Calero