No sólo se devalúa la moneda, sino también el lenguaje
Como receptores multimediales no podemos pasar de alto el grave deterioro y la anarquía léxica por la que atraviesa nuestra lengua.
“El hombre se posee en la medida en que posee su lengua” escribía Pedro Salinas en su libro El defensor, que es una forma equivalente de decir que sólo el que se gobierna a sí mismo puede gobernar a otros.
Sin embargo, la mala conducta idiomática que tienen muchos políticos y funcionarios pone en duda sus respectivas capacidades para manejarse en tiempos de crisis. Son por demás conocidas las vulgaridades y atropellos verbales que acostumbran a utilizar ante cualquier contrariedad u ofuscación que los altere.
Por otra parte, la manipulación semántica y la liviandad con que se emplean ciertos términos como parte del glosario de un discurso imperante, hacen que las palabras pierdan su identidad, dejen de tener vida propia para convertirse en vocablos estereotipados empleados muchas veces fuera de contexto.
La lengua forma parte en la construcción de una nación, de su esencia y de su presencia. Es el legado que se transmite de generación en generación; y es por consiguiente lo que reciben y repiten día a día nuestros jóvenes y adolescentes.
¿Será tan difícil concientizar a los que manejan el discurso mediático, que así como se preocupan por tener asesores de imagen, también deben ocuparse de hablar con más corrección y prudencia por respeto al público?
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