domingo, 8 de noviembre de 2009

Primero fue Reutemann. Después Maradona. Y a los pocos días, se sumó Francisco De Narváez. La grosería y los exabruptos colmaron la escena pública, política y social. Y muchas personas cansadas dijeron basta.

Por eso, la semana pasada, 400 escuelas del país decidieron revalorizar la importancia de las relaciones personales, a partir de los dichos y los gestos, y celebraron un acto en el que se reflexionó sobre el buen trato y el valor de las palabras.

En el colegio Bet El, en Belgrano, Juan Carr, titular de Red Solidaria, organizó el acto principal, junto con los rabinos Daniel Goleman y Silvina Chemen, directivos y alumnos de Bet El, del Instituto San José de Calasanz (Hurlingham) y de la escuela Madre Teresa (San Fernando). Entre todos, chicos y grandes, reflexionaron sobre la importancia de llamar a las personas por su nombre y no decirles "Che"; el valor del "buen día" a quien se cruza en un pasillo, o el pedir las cosas "por favor".

Se habló sobre la palabra en la relación con el otro; la buena comunicación que crea comunidad; las palabras que hieren, ofenden o discriminan, y el valor de cumplir la palabra empeñada. "Si le prometo a mi padre que voy a hacer la tarea, tengo que cumplir con lo que dije", dijo terminante la profesora Emilia Strassera Molina, ante la mirada atenta de los alumnos de la escuela.

"En estos momentos de enorme agresividad y rispidez, pensamos en parar la pelota y dedicar 15 minutos cada día a pensar el valor que tiene lo que decimos y cómo lo decimos", explicó Carr, parado en el patio de la escuela. "No es lo mismo pedir permiso o decir «gracias» que no hacerlo. Las palabras tienen mucha fuerza, se pueden usar para el bien o para el mal", agregó.

La rabina Chemen explicó a los chicos que Dios creó el mundo con la palabra. Vaya entonces si no es constructiva. "Dios dijo: «Que se haga la luz», y la luz se hizo. Con las palabras podemos crear, bendecir, decir bien de alguien y ponderar la conducta del otro en lugar de criticar siempre. También con la palabra podemos destruir. A veces, una palabra hiere más que una trompada", añadió. Los rostros de los chicos de 6° grado se transformaron.

Pensar antes de hablar

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